miércoles, 4 de diciembre de 2013

ESPECIAL: EL BOSQUE DE LA VIDA

En Reportaje Especial Multimedia, todos los detalles sobre El Bosque de la Vida. Un lugar mágico donde realizar el último regalo a la comunidad de la que hemos gozado en vida.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Todos a una, como en...


        Leo en la prensa que la Academia mantendrá la acepción de ‘débil’ para el adjetivo ‘femenino’. Parpadeo dos veces y vuelvo a leer. Me quedo estupefacto, pasmado o muerto, que dicen algunos. Dejo todo lo que estoy haciendo ipso facto y vuelo a por el DRAE. ¡Efectivamente! En la sexta definición del calificativo me encuentro con ‘Débil, endeble’. ¿Es esto posible? Prometo que ni en un millón de años se me podría haber ocurrido tamaña estupidez.
 
        Sin entrar en cómo llegó esa inclusión ahí, ni desde cuándo lleva, me planteo: ‘femenino’ no es -no sé- ‘alcancía’, ‘lenocinio’, ‘miasma’ o ‘uxoricidio’. No, por supuesto, aunque esto último está muy relacionado. Es una palabra de uso tan común como la sal en las comidas. Entonces, ¿a ninguno de los 37 incontestables hombres ni ninguna de las 5 'débiles' que desde el trono de Cervantes gobiernan lo que hablamos 420 millones de personas se les ha ocurrido pensar en la tremenda irresponsabilidad de ello?
 
        Se suele oír que las mujeres son más emotivas que los hombres, como se escucha también que los gais tienen más sensibilidad o sentido estético y que los negros llevan el ritmo en el cuerpo... Pero personalmente nunca hubiese esperado que lo femenino fuese ‘endeble’. Y mucho menos que no haya una horda de rudas feministas acampadas sempiternamente en el número 4 de la castiza calle Felipe IV, bramando por la injusticia.
 
        Llegará un nuevo ‘Día de la mujer’ con sus consabidas estadísticas plagadas de discriminaciones laborales y domésticas en el mundo ‘débil’ y todas esas monsergas de la paridad -un anacronismo según dicen algunos-. Pondremos mañana el televisor y volveremos a ver horrorizados más explotación sexual ‘débil’ y más actos de violencia de género ‘débil’, casi siempre. Luego habrá quien diga que lo que  hay aquí es un problema de educación. Apagas el aparato y te sumerges en los libros, o quizás ahora ya no.
 
        Me estoy acordando de la aguerrida Laurencia pidiendo las armas para cobrar la justicia que sus hombres le negaban. «La honra de estos tiranos, la sangre de estos traidores», decía. ¡Que fuerza la suya! Que determinación para ser una mujer proyectada en la Fuenteovejuna del siglo XVII. Señores, si ese es el ejemplo, ¿para qué ceñirnos estoques? Pongámonos “ruecas en la cinta” y... ¡Hombre el último!

martes, 5 de noviembre de 2013

Alumnos de la UPV/EHU organizan “Amamas Croqueteras". 
Más información

Los estudiantes bilbaínos se manifiestan contra la “Ley Wert”. Todos los detalles aquí

¿Palabra de Dios?

        No se me ocurre un sitio mejor que este para hablar de la palabra. Qué poderosa redundancia, ¿verdad? Se puede comparar la palabra en relación a la disposición de la persona, con el poder que ejercen los medicamentos a la situación física o la religión estado del alma. Puede producir tristeza o placer, infundir coraje o angustia, despertar amor e incluso, mediante una perversa persuasión, mantenerte en el cargo a un presidente ‘bolero’.
 
        ¿Recuerdan aquella ‘relación inapropiada’? Quizás no. Hace mucho tiempo y precisamente porque nos es imposible recordar todo el pasado, conocer plenamente el presente o predecir el futuro, inconscientemente tendemos a tomar la palabra como aliada. A veces sin tener en cuenta que ella es una altiva gobernanta que, con un cuerpo invisible, puede realizar gestas espectaculares en el transcurso de la historia.
 
        Advierto que me estoy aprovechando de ella para llevarles a mi terreno. Las cartas sobre la mesa que no pretendo privarles de su juicio. En este caso lo peor es abuso ya que la fuerza de su sugestión se adueña inconscientemente de la opinión, la domina y la transforma por fascinación -en el mejor de los casos-. En ese punto estamos arrojándonos sin remedio a una destrucción asegurada.
 
        Esa teoría de la conspiración, que periódicamente plantea incógnitas sobre la versión oficial, descansa indudablemente sobre esta idea. El grueso de la humanidad condenada a ser privada de una verdad oculta bajo la palabra de una reducida élite. A un paso, dado o no, de considerar que los discrepantes somos ‘inviables’ desde la perspectiva de la voz única.
 
 
        Llegados a este lugar cabe hacerse la pregunta de Pilatos: «¿Qué es la verdad?». Y sin esperar respuesta, una vez dicho esto, ponerse frente a la multitud de la red y proclamar: «Yo no hallo en ella ningún delito».
 
        Lo que en la voz de la eterna Mina sería algo así como: «Parole soltanto parole, parole tra noi. Ecco il mio destino, parlarti, parlarti come la prima volta».



viernes, 25 de octubre de 2013

martes, 22 de octubre de 2013

INTERNET, ¿NI OLVIDA, NI PERDONA?

      
        Jeffrey Rosen, profesor de leyes de la Universidad George Washington, opina en un artículo publicado en julio de 2010 por el New York Times bajo el título The Web Means the End of Forgetting que el auge de Internet y las redes sociales han provocado la pérdida de la privacidad y la imposibilidad una redención personal.
 
        El análisis del reconocido catedrático incide reiteradamente en el inconveniente de disponer de un registro digital inmutable. Por el contrario, obvia las bondades de esta revolución en los medios de comunicación y conocimiento. En el otro extremo, señala el divulgador científico Eduardo Punset, en su libro Viaje al Optimismo, que «las redes sociales son lo que nos hace distintos del resto de animales. El origen de la interconexión actual está en las rutas de la Seda y del Incienso. Gracias a la revolución digital ahora la comunicación puede ser instantánea y universal».
 
        Ante la fatalista exposición del primero y la triunfalista del segundo, se pudiera repasar la actualidad para constatar al menos el salto cuantitativo que han dado las relaciones humanas de la mano de este avance tecnológico; por no hablar ya del ejercicio del periodismo. Es conocido, por ejemplo, el papel de internet en la difusión espontánea y rápida del mensaje de lo que se ha llamado Movimiento 15M o la Primavera Árabe, en la que por primera vez en la historia de estos pueblos se ha llevado a cabo una petición democrática que ha partido del propio pueblo, no de un golpe de estado. Lo que el sociólogo español Manuel Castells ha calificado como «Wikirevolución del jazmín», para el caso concreto de Túnez.
 
        Además, el considerar que Internet en general, y las redes sociales en concreto, han fulminado la privacidad y han dejado en manos ajenas el control de nuestra identidad, puede tener otra lectura casi antagónica. Esto es, una vez asumida la repercusión de estas nuevas tecnologías y su poder de influencia, se puede afirmar también que caminamos individualmente hacia una mayor indulgencia, empatía y honestidad, y por ende, lo hacemos igualmente de manera colectiva. Es decir, nos encontramos en una era en la que todo el mundo se encuentra expuesto y ello, lejos de ser un arrastre que anula el desarrollo personal, puede verse como motor para propagar valores como el altruismo, felicidad, cooperación, etc.
 
        Por otra parte, señala Rosen en el mismo artículo que el ser humano por naturaleza tiende a memorizar los rumores acerca de algo malo y que esto se ve agudizado por las redes sociales. Frente a esta opinión, cabría destacar los estudios de James Fowler, especialista en redes sociales de la Universidad de California, cuando afirma que «tener un amigo feliz incrementa las posibilidades de alegrarnos en un 9%, mientras que cada amigo infeliz solo incrementa nuestra tristeza en un 7%». Siguiendo esta lógica, cuantos más amigos estemos en disposición de tener, auspiciados por estos nuevos mecanismos de comunicación, mayor posibilidad habrá de ser feliz. ¿No es esa la piedra filosofal de nuestra existencia?
 

 
        Con ello, cabe concluir que Internet y las redes sociales, aun con ciertos daños colaterales, no dejan de ser un fiel reflejo, aunque amplificado, de la condición humana. Lo destacable es que la propia condición está en vías de renovarse socorrida precisamente por la facilidad que tenemos hoy para estar informados y para informar, para relacionarnos, para ser solidarios y para ser partícipes en comunión de un mundo que antes no era tan asequible.
 
        En definitiva, está revolución tecnológica va camino de lograr lo que una persona en solitario no podría ni haber soñado, y es hacer de este mundo, por qué no decirlo así, un sitio mejor.